De Santiago a Calama en un vuelo low-cost

Tras haber decidido que para el verano de 2017 viajaría solo a Chile, empecé a investigar cómo llegar a San Pedro de Atacama de la manera más económica posible. Pensé más de diez maneras diferentes de hacerlo pero la más económica resultó la menos pensada: volar. La cosa era tan simple como tomar un vuelo low-cost de Santiago a Calama y de ahí un bus o tránsfer hasta San Pedro de Atacama

El precio del vuelo Santiago-Calama era de tan solo 29 dólares! (unos 450 pesos argentinos). Claro que a esa tarifa se le sumaban otros USD 16 correspondientes a tasas e impuestos. El costo del viaje en bus desde Santiago hasta Calama era el mismo en buses semi-cama. No lo dudé ni un segundo: compré el pasaje via PayPal y al instante me puse a buscar referencias de la aerolínea: SKY Airline. (Sí, lo lógico hubiese haber hecho al revés, pero la tarifa me tentó). Los comentarios sobre la empresa eran todos los mismos: barato y puntual, pero con mal servicio.

Los comentarios sobre el «mal servicio» eran en realidad quejas acerca del hecho de que SKY Airline te cobra cualquier consumisión a bordopero es así como funcionan las low-cost.

Luego de pasar todas las barreras que se me presentaron durante mi viaje de Viña del Mar al aeropuerto de Santiago, realicé el check-in en el mostrador de la aerolínea.

Una vez arriba del avión (un Airbus A319), empecé a mirar todo a mi alrededor. Ahí me di cuenta de cómo hacen dinero las low-cost cobrando tarifas que, en comparación con las principales aerolíneas, parecen hasta absurdas. ¡Publicidad! El interior del avión está plagado de propagandas de «Banco de Chile» y destinos en los compartimentos para equipaje y sobre las ventanas.

aerolineas low cost sky airline chile
A319 de SKY

La publicidad se hace notar incluso durante la bienvenida al vuelo:

«En nombre de toda la tripulación y de Banco de Chile, les damos la bienvenida al vuelo SKY 122 con destino a la ciudad de Calama«.

Y luego:

«Esperamos que disfruten del vuelo, en especial a los clientes de Banco de Chile…«.

¡No les miento! Creo que dijeron «Banco de Chile» más veces que «vuelo» o «Calama».

El vuelo despegó puntual. Al poco tiempo de haber dejado atrás la capital chilena, la tripulación procedió a pasar con el carrito de comida ofreciendo sándwiches y bebidas. Los precios de los sándwiches rondaban los CLP 2000, pero uno no está obligado a comprarle a la aerolínea: yo llevaba agua y barritas de cereal y nadie me dijo nada.

El vuelo de Santiago a Calama es un vuelo para hacer del lado derecho de la aeronave. ¡La vista de los Andes y los volcanes nevados es impresionante!

El vuelo transcurrió tranquilo hasta que iniciamos la aproximación a Calama. Al empezar a perder altura, el avión empezó a sacudirse con fuerza debido al viento. La turbulencia empezó siendo normal pero cuanto más descendíamos, más fuerte se hacía. En un momento se sintió como si el avión hubiese encontrado un «pozo de aire» y descendimos fuertemente… Escuché abrirse un portaequipaje unas filas detrás. Se me hizo ese nudo en el estómago como cuando uno está en una montaña rusa. Nunca antes me había dado miedo en un vuelo, pero es cierto lo que dicen: siempre hay una primera vez para todo.

El peor momento fue próximo al aterrizaje. Se sentían los motores acelerar y desacelerar constantemente. El avión descendía fuerte, luego aumentaba la potencia de los motores, levantaba el morro y ganaba altura, volvía a bajar la potencia y a perder altura, se sacudía y un poco y de nuevo aceleraba y subía… Desconozco si se trataba de un procedimiento «normal» para la aproximación a Calama, pero nunca había estado en un vuelo así.

El señor que estaba sentado junto a mí iba murmurando para sí mismo, como si rezara o algo, y eso me ponía más nervioso. Yo iba aferrado a mi asiento. Recién empecé a tranquilizarme cuando sentí la vibración en el suelo que indicaba que el piloto estaba bajando el tren de aterrizaje.

El miedo se disipó como por arte de magia cuando tocamos tierra. Habíamos aterrizado en medio del Desierto de Atacama.

Vuelo Santiago Calama low cost
Saliendo del aeropuerto de Calama

El Aeropuerto El Loa de la ciudad de Calama está muy próximo a la ciudad, rodeado del auténtico desierto de Atacama.

Después de retirar mi mochila de la cinta transportadora, salí al hall central donde al menos una docena de hombres y mujeres con carteles de distintas agencias de turismo cazaban a los viajeros que nos dirigíamos a San Pedro de Atacama.

Me acerqué a uno de ellos:

«¿Va a San Pedro?» me preguntó.

«Sí. ¿Cuánto cobran?»  pregunté yo.

«Once mil» me respondió. En ese momento, una chica que estaba junto a él, sosteniendo el cartel de otra agencia, intervino:

«Nosotros cobramos ocho mil» me dijo.

Le pregunté por qué la diferencia entre uno y otro y me dijo que era porque ella me vendía el viaje a San Pedro de Atacama en un bus, en cambio, la empresa del señor utilizaba combis con un servicio más «personalizado».

Con un poquito de culpa le agradecí al señor pero le dije que viajaría con la empresa del bus.

«Perdón… pero creo que me voy con ella» le dije. Él se rió y me deseó buen viaje.

La gente que viajó conmigo en el bus fueron todos extranjeros hablando francés, alemán, y otras lenguas que no reconocí… Así serían mis próximos días en el norte de Chile: rodeado de idiomas y culturas diferentes.

El viaje entre Calama y San Pedro de Atacama demoró cerca de 2 horas. Al principio no se ve más que parques eólicos en la nada misma, pero el camino se vuelve imperdible a medida que uno se va acercando al pueblo porque el paisaje se torna surreal. Cuando por fin apareció el volcán Licancabur en la escena, no hubo una persona en el bus que no haya sacado su celular para fotografiarlo. ¡Vaya bienvenida a San Pedro de Atacama!

Camino a San Pedro de Atacama desde Calama
Volcán Licancabur en el horizonte
Camino a San Pedro de Atacama desde Calama
Geografía de los alrededores de San Pedro de Atacama

En San Pedro de Atacama brillaba el sol y hacía calor. Caminé con la mochila a cuestas hasta la casa de Claudio, quien me alojaría por las siguientes cuatro noches. Encontrar la casa fue toda una odisea, y tuve que pedirle indicaciones a tres personas distintas… Es como si en ese pueblo la gente le pusiera la numeración aleatoriamente a las casas: caminaba para un lado y la numeración pasaba del 500 al 320 y luego al 30; caminaba para el otro y pasaba del 500 al 540 y de ahí al 250… ¡No entendía nada! Pero, al cabo de unos 40 minutos merodeando por el pueblo, llegué.

Estaba cumpliendo el sueño de conocer esa región de Sudamérica de la que tanto me habían contado. Lo mejor acababa de empezar 😉

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