Viajar Solo a Chile

El vuelo AR1285 proveniente de Santiago de Chile, aterrizó a las 18:30 en Buenos Aires. A bordo, entre un centenar de personas, valijas, y cajas de televisores traídos por los argentinos que hacen viajes de compras a Chile, íbamos mi mochila y yo. Al detenerse el avión quedaba finalizado un viaje que incluyó 3 ciudades y un pueblito, 8 buses, 2 vuelos low-cost, 3 metros y 2 taxis… Pero la cifra más importante es la que no recuerdo porque ya no podía llevar la cuenta: la cantidad de gente que conocí y con quienes me relacioné en estas dos semanas de viaje por Chile.

Terminaban mis 15 días viajando solo por primera vez. Bueno, no «solo» literalmente… La realidad es que solo estuve por mi cuenta en aquellos momentos en que yo quería estar solo. Sin embargo, todo tipo de pensamientos surcaron mi mente a lo largo del viaje solo.

Del «¿En qué me metí?» al «Todo va a estar bien»…

Desde el momento en que abordé el bus de Santiago a Viña del Mar -ciudad que sería mi primera parada- una sensación rara se apoderó de mi estómago y de mi cabeza. Era como si algo me dijera «¿en qué te metiste?«… Para colmo, a mitad de camino se descompuso el bus y quedé solo entre el grupo de pasajeros varados a un costado de la ruta, bajo el sol, sosteniendo mi equipaje.

«¿Ves? ¡Esto es una señal!« me decía la voz en mi cabeza mientras esperaba ahí, solo.

La verdad es que me dio un poquito de bronca la situación y me incomodó otro poco estar parado en medio de un valle junto a un bus descompuesto en otro país, sin conocer a nadie. Minuto a minuto me agarraba como un mini-ataque de ansiedad que me abrumaba cada vez más… ¡Y apenas llevaba una hora viajando solo! Solamente sabía que debía esperar al próximo bus que levantara a quienes estábamos varados. Fue entonces cuando la madre de una familia de Santiago, que también viajaba a Viña del Mar, se acercó a mi y me ofreció agua.

«¿Quieres agua? Hace mucho calor« me dijo, ofreciéndome su botella. Así empezó una charla que duró hasta que volvimos a estar camino a la costa. Ella fue la primera persona con la que hablé viajando solo, y solo la punta del iceberg que fue la hospitalidad chilena durante mi viaje. No se si fue su don natural de madre o qué pero logró calmarme y hacerme sentir que todo iba a estar bien, que tenía que dejar de hacer una tormenta en un vaso de agua

Viajar solo no significa estar solo…

Al llegar a la terminal de Viña, caminé hasta el hostel donde me iba a alojar. Fueron unas 10 cuadras cargando la mochila… Iba pendiente de las miradas de desconocidos y tratando de lucir lo más confiado posible. Casi todo el mundo había opinado sobre mi viaje solo (incluso sin haber hecho un viaje solos por su parte) y el «cuidate de que no te roben» nunca faltó… ¿Me robaron? ¡Claro que no! 

Llegué al hostel, me registré, dejé las cosas en mi cama y le pedí indicaciones para llegar al reloj de flores al chico de la recepción. No había puesto un pie afuera del hostel cuando escuché que alguien me llamaba. Eran una chica de Rosario y un chico de San Juan que estaban camino a reunirse con otros huéspedes de hostel en una playa al norte de Viña, Reñaca, y me estaban invitando. Juntos, nos tomamos un bus hasta Reñaca y ahí nos reunimos con el resto.

Mi primera noche viajando solo terminó hablando con un francés que estaba viajando por todo Chile, tomando cervezas con un cordobés que hacía poco se había recibido de profesor de educación física, y compartiendo planes de viaje con una chica de Buenos Aires quien, como yo, también viajaría a San Pedro de Atacama luego de unos días en Viña del Mar.

Para el final de mi primer día de viaje solo, ya me había dado cuenta de que estaría realmente solo cuando yo quisiera estarlo. La realidad es que siempre hubo alguien para hablar o matar el tiempo… ¡Incluso para hacerse amigos! El ambiente de hostels suele ser bastante inclusivo con la gente que viaja sola; ¡ni siquiera era yo el que empezaba la conversación!

¡Y ni hablar de toda la gente buena onda que conocés en los tours y en los hostels! Acá les presento a Jean. Lo conocí en San Pedro de Atacama, en la casa del chico que nos hospedaba y recorrimos la zona juntos.

Geysers del Taio viajar solo

La gente quiere ayudarte…

Leí a bastantes viajeros hablar de personajes desconocidos que aparecen en el momento indicado de tu viaje para ayudarte. Chile no fue la excepción y lo confirmé en carne propia.

En los momentos en que necesité ayuda para encontrar un lugar, la gente me ayudó. Cuando se viaja solo no existe el «preguntá vos» entre amigos o familia, tenés que hacerte cargo de todo y estás obligado a interactuar. Esa es una de las mejores cosas que rescato de viajar solo: uno aprende a desenvolverse, sin importar qué tan introvertido sea.

Acercate a la gente con una sonrisa y con respeto. En el 99% de los casos te van a responder de la misma manera.

El momento de desesperación durante este viaje se presentó cuando debía dejar Viña del Mar para dirigirme al aeropuerto de Santiago, donde tomaría un vuelo a Calama. Eran las 5 de la mañana y las boleterías de la terminal de buses no habían abierto. Yo tenía un pasaje sujeto a disponibilidad -ya les contaré detalles en los siguientes relatos- y no pude viajar en el bus que partía directo al aeropuerto. Tampoco podía comprar un pasaje en efectivo porque la boletería de la empresa estaba cerrada. Tuve que recurrir a una máquina de venta de pasajes que opera con tarjeta de crédito, parecida a un cajero automático… Resultó que mi tarjeta fue rechazada por la máquina y yo comencé a desesperarme. En 2 segundos me imaginé perdiendo el vuelo y atascado en Viña por 5 días más.

Pero junto a mí había un señor que se percató de mi inconveniente y se ofreció a comprar mi pasaje usando su tarjeta. Yo, casi sin creerlo, le di el efectivo a cambio (2800 pesos chilenos, le di 4000 porque era lo que tenía y obviamente no aceptó el extra). Nos quedamos hablando hasta que llegó mi bus y me despedí de él y de Viña del Mar.

Y no puedo dejar de mencionar a la familia de Concepción que conocí en el Valle de la Luna. Conversamos, hablamos de Chile, de Argentina, y hasta me ofrecieron comida durante todo el tour!

Valle de la luna Chile viajar solo

Lo más difícil de viajar solo…

Viajando solo me sentí cómodo y no puedo esperar a hacerlo de nuevo. Siento que todo lo que aprendí y compartí no hubiese sido igual de haber viajado con un amigo. Viajar solo te obliga a relacionarte, a salir de la comodidad. Viajar solo te hace aprender de la gente y sobre vos mismo. Viajar solo te obliga a confiar y a compartir… y eso es enormemente enriquecedor. Podrás leer mucho sobre ello pero hasta que no lo vivís no terminás de creértelo.

¿Qué fue lo más difícil de viajar solo? En mi caso fue estar incomunicado. En especial en San Pedro de Atacama. Allí casi no tenía internet, y tampoco había contratado un plan de roaming como para poder comunicarme, así que no tenía forma de hacerle saber a mi vieja que estaba bien, sano, seguro, con todos mis órganos intactos y en su lugar.

Creo que tan importante como animarse a viajar solo es entender la preocupación de los demás. En especial de tu familia. Podrás tener 20 años, como yo, pero para tu vieja seguramente seas un nene que está saliendo al mundo, y hay que entender esa preocupación. De vez en cuando lograba comunicarme y le mandaba fotos con la gente que había conocido, o en los lugares que había visitado.

Hubo quienes me dijeron cosas como «te admiro por animarte a viajar solo allá«… Yo les respondía «admirala a mi vieja«. Porque, en definitiva, lo más difícil de esos días solo fue no saber si ella estaba tranquila o no.

Desde que le dije «Mamá, me voy de viaje a Chile. Este año voy a viajar solo.«, meses atrás, insistía en que buscara un amigo que me acompañara. Tías y amigas le decían «¡¿Cómo te animás a dejarlo ir solo?!» (como si yo tuviera 13 años)… Me la imagino googleando «Mi hijo quiere viajar solo a otro país» y leyendo todo al respecto… ¡Así que un aplauso para mi vieja!

Viajar solo es la mejor escuela…

Cuando tenía ganas de estar un rato con mis pensamientos, me iba a caminar solo. Como dije antes: solo estuve solo cuando yo quería estarlo. Cada momento de soledad en el viaje -ya sea paseando por una ciudad o viajando en un bus- es un momento de reflexión, porque es imposible no perderse en pensamientos… Ahí es cuando uno procesa todo lo que está haciendo, conociendo, viviendo…

Ahora lo sé. Ahora comparto lo que tantos bloggers dicen: viajar solo es la mejor escuela. Porque no solo aprendés sobre los lugares que visitás o las culturas que conocés (como cuando viajás acompañado)… Viajando solo aprendés mucho sobre vos mismo.

En este viaje por Chile aprendí sobre el país, sobre su gente, su cultura… Aprendí de economía y hasta de política chilena. Aprendí de otros países hablando con viajeros. Aprendí sobre mi mismo país estando fuera de él… Pero lo más importante: aprendí sobre mí mismo, crecí como persona.

Siento que viajar solo no solo me hizo una persona de mente un poco más abierta, me hizo más tolerante, extrovertido, y confiado.

Si pudiera darle un consejo a todos los veinteañeros (en especial a los argentinos, que tan cerrados al mundo estamos) sería que se animaran a viajar solos.

Pero no todo es color de rosa. Aunque me sobran los dedos de una mano para contar los momentos en que dije «¿¡QUIÉN ME MANDÓ…!?«, sí los hubo: El primero fue la sensación de vulnerabilidad estando junto al bus descompuesto en medio de la ruta a Viña del Mar, pero no fue nada. El segundo fue el incidente con la tarjeta de crédito en la terminal de buses, pero se solucionó rápido. El último lo dejo para los relatos del viaje que vendrán a continuación. 😉

Lo importante: lo hice. Superé los obstáculos -que ahora veo que son boludeces- y comprobé que nada de todo lo malo que me dijeron que podría pasar pasó.

JAMÁS se dejen guiar por las malas experiencias de otro. Salgan y vivan, creen sus historias.

No importa si es a otra ciudad, otra provincia, u otro país: anímate a viajar solo.

Santiago desde Cerro San Cristóbal

¡Se vienen los relatos sobre este asombroso viaje! Pueden seguir el blog en redes sociales para no perderse de nada. 😉

4 Responses

  1. Gonzalo! Es verdad lo que decís a cerca de viajar solo, yo lo hice el año pasado fui a Esquel y viví unos de los mejores viajes de mi vida hasta ahora, pienso volver a hacerlo pero a otra parte del país. Cuando le conté a mi mamá que viajaba sólo, no le gustó pero no dejó de apoyarme ajaja lo único malo de mi viaje fue que me quedé en un hotel en vez de hostel, pero igual conocí a muchas personas.

    Seguí escribiendo tus historias que son espectaculares!
    Saludos desde Pilar, Buenos Aires.

    • Hola, Marcos! Qué lindo Esqueeeel! Qué ganas de volver! Chubut está en mi top 5 de provincias favoritas jaja. No importa cómo viajes, si es en hotel de lujo, hostel, carpa, albergue, o duermas en tu auto, la magia de viajar solo pasa por el simple hecho de estar solo, creo yo. Te felicito por haberte animado, felicito a tu vieja por haberte apoyado, y gracias por tu comentario! 🙂 Ojalá vengan muchos más viajes así! Saludos desde Wilde!

  2. Me encantó, y lo que decís acerca de la familia es FUNDAMENTAAAAAAAL! Nunca viajé sola (ya llegará), viajé con amigas, pero creo que estando en viaje estuve más comunicada con mis viejos que estando en Argentina; no hay excusas, un wasap enviado a tiempo puede ser la diferencia entre una madre que duerme o una madre infartada 😛

    • JAJAJA! Es muy cierto! Hay que saber comprender las dos partes, no? Espero que tu viaje sola llegue y sea tan genial experiencia como la que viví yo o más! Abrazo y gracias por tu comentario! 🙂

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