Visitar Rumania y sentirse como en casa

Debo admitir que visitar Rumania nunca estuvo en mi lista de prioridades viajeras. Hasta que me hice amigo de M (la recordarán de mis anécdotas de viaje al noroeste argentino), lo único que sabía del país era que se ubica en Europa del Este, se lo vincula con vampiros, y comparte bandera con Chad. En mi cabeza, Rumania era un país desconocido, totalmente ajeno a cualquier cosa que conociera, y seguramente poco interesante. ¡No se imaginan lo equivocado que estaba! En Rumania me sentí tan en casa como en países más «culturalmente cercanos» al mío (España o Italia, por ejemplo), y me sorprendí de lo similares que son nuestras culturas, pese a ser también muy distintas.

Similitudes en la capital

Desde el momento en que dejé el aeropuerto de Bucarest empecé a sentir esa vibra de desorden que, de alguna manera, funciona. Así como en Latinoamérica. Si hubiese una escala para calificar el desorden, siendo Argentina un extremo y Alemania el otro, Rumania se ubicaría en algún lado entre el medio de la escala y el extremo argentino. Esto aplica, más que nada, al tráfico. Fue relativamente caótico llegar adonde los padres de M, en un suburbio de Bucarest que, si no te dijera dónde estoy, por la foto podrías pensar que se trata de cualquier barrio de la zona sur del Gran Buenos Aires.

Veredas angostas, paredones que separan los jardines de la calle, el desorden de cables en los postes de electricidad, perros callejeros, autos viejos… la vibra es la misma. Hasta las garitas de seguridad en las esquinas son idénticas a las bonaerenses. La infraestructura urbana sí que cambia un poco: aunque sí pareciera que hiciera falta tener un auto para moverse cómodamente por la ciudad, en Bucarest los tranvías aún son los principales protagonistas en los anchos bulevares que alguna vez fueron el orgullo del régimen comunista.

Hace un año, cuando M y yo nos dirigíamos a Buenos Aires desde el aeropuerto de Ezeiza, ella me preguntó si en Argentina habíamos estado alguna vez bajo régimen comunista. El disparador de esta pregunta fueron los monoblocks, todos idénticos, que se ven frecuentemente junto a las autopistas. Resulta que, en Bucarest, son la arquitectura predominante, legado del infame dictador Nicolae Ceaușescu. Aunque la historia política de Argentina y Rumania no es tan similar, al desplazarme por la capital rumana entendí a qué venía la pregunta de M.

No me extrañaría viajar a algún país latinoamericano que haya estado formalmente bajo un régimen comunista y encontrar amplias similitudes con Bucarest en la arquitectura, o con Rumania en general en el comportamiento social.

La hospitalidad rumana

La imagen del país que tenía en mi cabeza antes de visitar Rumania ilustraba a los rumanos como personas frías y reservadas, serias y silenciosas. Quizá por el estereotipo frecuentemente asociado a la gente de Europa del Este. La realidad es que ese estereotipo parece estar más ligado a las culturas eslavas. En Rumania, la cosa es diferente.

Desde el minuto uno, los rumanos te brindan su completa atención. Este país es uno de los más hospitalarios donde haya estado. No solo se esfuerzan por hacerte sentir cómodo en su casa, mas te brindan hasta lo que no tienen. Mayor similitud cultural (y virtud) con Latinoamérica no se consigue. Puede haber cierta cautela inicial al conocer a alguien, pero una vez establecida la confianza, la hospitalidad es más que cálida y generosa. La espontaneidad en las relaciones sociales también es notable, y se evidencia aún más después de haber estado viviendo en Alemania 😁

En general, tanto en Bucarest como en Busteni y Brasov (las tres ciudades que visitamos durante nuestro viaje a Rumania), los rumanos mostraron un genuino entusiasmo por nuestra visita. No es difícil de notar cuando el trato es simplemente fingido para con el turista, como lo he sentido en varias ciudades de Europa Occidental, y en Rumanía realmente se siente auténtico. Por ejemplo, los amigos de M nos hicieron sentir parte del grupo desde que los conocimos, los camareros en todas partes se aseguran de que quieras regresar, y hasta quien sirve el desayuno en un hotel se preocupa por que comas bien.

baile tradicional rumano

La comida en Rumania

No podemos hablar de Rumania sin hablar de la comida. Para seguir haciendo paralelismos con Argentina, el consumo de carne quizá sea la mayor semejanza de todas. ¡Vi carne hasta en el desayuno! No exagero.

La comida rumana tiende a ser abundante y sustanciosa, con influencias de la cocina de Europa del Este. Raro es ver vegetales como acompañamiento. La carne de cerdo, cordero, carnes blancas y la polenta son elementos siempre presentes. Siguen las sopas y los estofados, siempre acompañados de crema agria. Aunque la diversidad gastronómica es diferente, la similitud cultural con Latinoamérica viene en el comportamiento de la gente alrededor de la comida: hay que comer más y más. No es raro que rechazar un segundo plato sea mal visto… es como si todo el mundo en Rumania fuese tu abuela.

Los padres de M prepararon un banquete de carnes, salchichas y humus que nos duró durante los 3 días que estuvimos en Bucarest. Y sobró comida. Al quedar vacío un plato, como un acto reflejo, los rumanos te servirán más comida. En sus palabras: «hay que comer mientras haya comida» – otro legado cultural que les dejó el comunismo. Incluso la señora sirviendo el desayuno en el hotel donde nos alojamos en Busteni le preguntaba a M, con un dejo de frustración, por qué comíamos «poco» y nos insitía para servirnos más comida.

Sarmale (hojas de repollo rellenas), mămăligă (polenta) y mici (salchichas a la parrilla) son ejemplos de platos tradicionales que encontrarás en cada mesa rumana. El gran paquete de calorías queda coronado por los postres rumanos, donde hay que destacar el Papanasi: una especie de grandes buñuelos fritos hechos con queso fresco y servidos con mermelada de frutos rojos y crema agria.

Telenovelas y similitudes idiomáticas

Las telenovelas latinoamericanas jugaron un papel importantísimo en la relación de las abuelas rumanas con sus nietas, dicen ellas. La influencia de las telenovelas en la población rumana ha sido significativa, no solo en términos de entretenimiento familiar sino también en el conocimiento del español. No creerás la cantidad de rumanas (porque son principalmente las mujeres) que pueden mantener una conversación básica en español sin haber estudiado el idioma formalmente. La exposición constante al español a través de estas producciones (que llegaban a Rumania subtituladas al rumano) ha contribuido al aumento del interés en el aprendizaje del idioma.

El rumano es una lengua romance, legado de la presencia del Imperio Romano en esta región de Europa. La región de Dacia, que ahora es parte de Rumanía, fue conquistada por los romanos en el siglo II. La mezcla de la cultura latina con las tradiciones locales dacias contribuyó a la formación de la identidad rumana. Pero lingüísticamente hablando, es relativamente sencillo entender textos cortos para los hablantes de español o italiano que visitan Rumania. No es de extrañar que, tras ingresar a la Unión Europea en 2007, España se convirtiera en el destino predilecto de migrantes rumanos.

La importancia de la religión

Aunque en Latinoamérica la religión predominante es el cristianismo y en Rumania es la Iglesia Ortodoxa la que más adeptos tiene, la religión sigue jugando un papel importante en la vida diaria de las personas. Esto se da principalemnte fuera de las capitales, y no es menor notal que Rumania tiene aún más población rural que el promedio de los países latinoamericanos. La participación activa en la comunidad religiosa, así como la conexión social y comunitaria a través de la religión, son aspectos destacados en ambas regiones.

En Rumania también tienen cruces coronando las cimas de sus más importantes montañas y cerros, los principales hitos en la vida de las personas están ligados a tradiciones religiosas (las bodas rumanas tienen fama de ser bizarras pero legendarias celebraciones, por ejemplo), y más del 90% de la población se identifica como religiosa. Esta cifra es comparable a la de los países más conservadores de América Latina. Tal es la importancia de la religión en Rumania que, en Bucarest, están construyendo el templo ortodoxo más grande del mundo.

brasov, rumania
Brasov, Rumania

La fiesta rumana

La última similitud que quiero resaltar es entre la vida nocturna en Rumanía y Latinoamérica, tras mi experiencia de salir de fiesta en Bucarest. Los bares de la capital, así como en ciudades más pequeñas, me evocaron a aquellos en Argentina, especialmente por dos aspectos. En primer lugar, la música: en Rumanía, se aprecian los ritmos latinos, y la música de moda tiene similitudes con el reggaetón más comercial que podrías escuchar en cualquier discoteca argentina. En segundo lugar, me llamó la atención un aspecto que podría describirse como «orientado hacia ciertos estereotipos» (por no encontrar una expresión más precisa) y que me recordó mucho a Latinoamérica: la valoración de la figura femenina como un medio para atraer clientes a los bares. En los bares de Bucarest, es común encontrar mujeres empleadas para dar presencia al lugar, vestidas de manera sugerente y bailando cerca de las ventanas. También es habitual encontrar locales donde las mujeres no pagan entrada para acceder a la pista de baile.

Al visitar Rumania noté que la vida nocturna pareciera ser bastante homogénea. No parecían existir espacios explícitamente abiertos a la comunidad LGBTQ+ y, aquellos que pudieran existir, permanecían discretos. Personalmente, la vida nocturna fue lo que menos disfruté durante mi viaje a Rumanía. Me trajo recuerdos de aquella en Argentina donde, salvo por claras excepciones en Buenos Aires, el ambiente no es uno donde cualquiera pueda sentirse cómodo.

Sin embargo, una experiencia encantadora fue la fiesta improvisada. Al igual que en las peñas del noroeste argentino, surge la celebración al final de los espectáculos tradicionales. Justo después de terminar la cena en el patio de un restaurante con espectáculo típico en Bucarest, los artistas invitaron a los comensales a levantarse, tomarse de las manos y bailar en un alegre «trencito» que recorría todo el lugar. Esta espontaneidad es inexistente en Alemania y resulta muy fácil de extrañar. La disfruté mucho al regresar de visita a Argentina, y la disfruté mucho al visitar Rumania este año.

Visitar Rumania fue uno de los highlights de este año y en este post les cuento cómo fue nuestra ruta recorriendo Bucarest y Transilvania 🙂

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