Sensaciones al comprar en La Salada

«La Salada» es un complejo ferial inmenso, ubicado en el límite del Partido de Lomas de Zamora, a la margen Sur del arroyo Matanza (el famoso Riachuelo), que separa a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de la zona sur del área metropolitana de la capital, en la Provincia de Buenos Aires. Nunca lo había visitado, principalmente por la mala fama que tiene el lugar entre aquellos que nunca han ido, hasta que fuí en diciembre de 2014. 

El espacio que ocupa la enorme feria incluye parte del Camino de la Rivera (que es el pintoresco nombre de la avenida lindera al Riachuelo y toda su contaminación) sobre el cual hay cientos de puestos de venta, tres edificios centrales donde se ubican los outlet «Urkupiña«, «Ocean» y «Punta Mogote«, una gran playa de estacionamiento que el complejo usa como una terminal de micros (que llegan de todos puntos de Argentina y, seguramente, de algún que otro país limítrofe) y varios terrenos «habilitados» para estacionar.

La feria abre muy temprano: los domingos por la madrugada y lunes y martes desde la noche, pero no tiene horarios  fijos ya que estos se modifican constantemente; los domingos el público es más familiar y los días de semana concentran a los vendedores mayoristas.

Ese domingo fuimos en grupo, partimos desde Wilde, en auto, a las 5 de la mañana para llegar al Camino de la Rivera 40 minutos más tarde. Una vez allí me impresionó el caos vehicular. A paso de hombre y tras varios minutos con el auto quieto logramos conseguir un lugar para estacionar, sobre la misma avenida que bordea al Riachuelo. En parte, no era muy distinto a las demás áreas de la Zona Sur del área metropolitana de Buenos Aires. Lo que más me llamó la atención no fue extrema precariedad de las construcciones sino la enorme cantidad de gente, de todas las edades, cargada con grandes bolsos y carros yendo y viniendo por entre los autos. Estuvimos un buen rato en el embotellamiento hasta que logramos estacionar.

Arroyo Matanza, junto al Camino de la Rivera (Imagen: Tatiana Sidlik – caminandoporelglobo.com)

¿Cómo es que un entorno tan desorganizado, precario, algo caótico, sucio y contaminado, se convierte en una meca del comercio que atrae -según estadísticas- a 50.000 visitantes diarios? La Salada es un complejo de importancia internacional por comercializar productos de marcas apócrifas pero de relativamente buena calidad, a precios muy bajos.

Una acotación que me parece «chistosa» (aunque la palabra correcta sería «irónica») es que se ven camionetas de Gendermería Nacional custodiando el lugar. Básicamente custodiando un predio donde se desarrollan ventas de artículos ilegales (la fabricación de artículos de marcas falsificadas es un delito, pero este lugar ha de mover demasiado dinero como para que eso importe). Pero en La Salada no todos venden marcas falsificadas; también hay puestos de marcas nacionales lícitas.

Ingresamos a través de la «terminal de micros», porque eso parece: hay micros de dos pisos, vehículos de líneas de colectivo retirados que funcionan como los conocidos «colectivos truchos», combis, etcétera. Son los que traen clientes desde el interior del país y desde el conurbano en viajes de compras. Al entrar la zona del outlet propiamente dicho, es prácticamente imposible no desorientarse entre los tantos pasillos que hay.

Hay que avanzar, empujar y ser empujado. De alguna forma, la gente fluye entre los puestos que venden camperas, remeras, pantalones, comida, relojes, anteojos, joyas, bebidas, vajilla, electrónica, toallas, vestidos, zapatillas, botas, utensilios, gorras y demás. Muchísima gente llevaba bolsos grandes (hasta vi gente con mochilas de campamento) y los carga con artículos comprados al precio mayorista. Me detuve un minuto a prestar atención a la cantidad de billetes que pasaban de mano en mano en tan poco tiempo: la tarjeta prácticamente no existe.

Es todo un mundo. No sé qué pero hay algo fascinante en ese ambiente. Caminar por los pasillos de La Salada implica no solo ser empujado sino también ser pisado por los carros que se abren camino entre la gente cual Moisés dividiendo el Mar Rojo. Al grito de «¡Carro!» la gente se amontona contra los puestos, como puede, para dejar pasar a quien lleva uno de los grandes carros que a veces transportan ropa, otras comida, y que ocupan 3/4 partes del ancho del pasillo. Es que haya cosas pasando a tu alrededor, constantemente, y que no llegues a ser consciente de todo. Fue un lugar nuevo que despertó sensaciones nuevas y, en cierta forma, si sintió como un viaje a un lugar nuevo.

comprar en la salada

¿Qué otra cosa me sorprendió? Los baños. Impeables. Como los puestos no tienen lugar para que los clientes se prueben la ropa, estos se dirigen a los baños y emplean sus cubículos como probadores, si el talle de la prenda no fuere el indicado se puede volver al puesto y cambiarlo por otro.

La feria tiene mala fama entre quienes no la conocen. Sí es cierto que hubo una época en la que el ambiente allí era bastante «turbio» y cuando comprar en La Salada estaba visto como peligroso. Pero quienes van frecuentemente coinciden en que no ocurre nada grave, y yo puedo apoyar esa declaración ya que ni siquiera vi a nadie gritándole a otra persona. La gente allí quiere trabajar y quiere comprar. Es hasta lógico que haya seguridad; no les conviene que La Salada vuelva a ser un lugar inseguro porque eso implicaría vender menos. Es suficiente con tomar los mismos cuidados que tomamos en estaciones de subterráneo atestadas: cuidar nuestras cosas y fluir con la gente.

Comprar en La Salada, aunque fue una experiencia nueva, no se califica como una de mis actividades favoritas. Sin embargo, mi billetera lo agradeció. Estimo que pagué hasta 4 veces menos de lo que hubiese pagado en otro lugar.

Este lugar nació en 1991 y desde 2001 ha crecido incesablemente hasta convertirse en una de las ferias más grandes de Latinoamérica. Es más, a menos de 1 km de allí ya surgió una nueva feria, mucho más chica, pero feria al fin. Pareciera que en el futuro de La Salada no hay nada más que constante expansión.

Recomendaciones:

  • No ir con cosas de valor, por las dudas.
  • Se consiguen más cosas durante las primeras horas de feria, pero el «ambiente familiar» empieza cuando asoma el sol.
  • Verificar los horarios en que opera la feria (mediante búsqueda en internet de las páginas de los outlet). Recordar que la feria finaliza antes del mediodía.
  • Ir con ropa y calzado cómodos, que se pueda ensuciar.
  • Comprar en grupo (si van con acompañantes) para conseguir rebajas en los precios de los artículos.

Tras releer mis palabras, como hago siempre que finalizo un post, quiero aclarar que no busco defender la existencia de un lugar como La Salada. Una feria donde se vendan artículos falsificados no debería existir y las Leyes como la Ley de Marcas deberían hacerse cumplir. Sin embargo, un lugar como este es el resultado de años y años de economía inflacionaria y, en muchos casos, un cierto abuso por parte de quienes comercializan artículos originales en un local o shopping (que, a su vez, sufren del abuso de la presión tributaria en nuestro país).

¡Gracias por leer!

5 comentarios en “Sensaciones al comprar en La Salada”

  1. Hola. Alguien me puede decir si se puede entrar en camioneta al predio? O hay q dejarlo afuera? Xq tengo miedo de dejarlo fuera del predio y q me afanen el vehiculo

  2. Muy controversial el tema de la Salada y los precios. Mercadería ilegal, robada? mmm nunca lo sabremos, trabajadores en negro, trabajo en condiciones de precariedad…. pero barato… muy complejo el tema!! Saludos viajero!!!

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